domingo, 8 de marzo de 2009

Bussiness is good

Al llegar a la segunda jornada, pude notar cómo todos leían los scripts que nos habían dado el día anterior como si de apuntes para un importante examen se tratara. Fue entonces cuando recordé que no todos tenían la opción de tomarse un tiempo como yo para elegir el empleo adecuado. Para algunos quizá sí era un examen de importancia. A esto nos llevó la flexibilidad laboral de los '90, que inexplicablemente sigue hoy en día.
Durante esta jornada todo se desarrolló de una manera totalmente rutinaria, sin mucho que destacar. El trainer nos hizo leer a todos el script una y otra vez cada parte, de una manera repetitiva a más no poder. Esto me hace suponer que el trabajo "real" se desarrolla de una forma totalmente... taylorista, si asi puede llamárselo al no ser un empleo de faceta industrial. Aún así es algo impensado en el siglo XXI. Me imagino a todos los pibes en boxes aislados leyendo el guíon a cada posible cliente que llaman, una y otra vez, persiguiendo la comisión como los obrerosal principio del siglo XX cuando las patronales comenzaron a fijar el salario según las piezas que ellos fabricaban. También recordé el tiempo totalmente cronometrado hasta para respirar. Una locura.
Volviendo a la segunda jornada, todo se desarrolló de esa manera, excepto por el hecho de que pude hablar con algunas personas que estaban tomando la capacitación conmigo. Una chica de más o menos 20 años que había finalizado el secundario hace unos meses me comentó que estuvo trabajando de telemarketer en una importante compañía de celulares con filial en Argentina. Se tuvo que ir (la renunciaron) porque el lugar donde estaban ella y los demás operadores no estaba habilitado para desarrollar ese tipo de función inmobiliaria. Me explicó que era un pequeño departamento con un par de boxes con sus respectivas líneas telefónicas, y no mucho más que un patio para tomarse el break ahí. Les juro que no puedo creer que la misma empresa que invierte millones en las publicidades que vemos todos los dpias, trate de manera tan inhumana a sus trabajadores. Aún así Ana (nombre irreal de la chica) me dijo que estaba dispuesta a tomar un trabajo así, con tal de poder pagar sus estudios. Esta es la verdadera libertad que nos da el capitalismo.
No mucho más me dio esta jornada, creo que es suficiente con el relato que pude escuchar de parte de Ana.
Me espera una última jornada de capacitación. Después les cuento qué tal me fue.

I

domingo, 15 de febrero de 2009

Día 1 de la capacitación: Vende vende vende

Éramos alrededor de 20 personas, todas entre los 20 y 25 años de edad, tal y cómo lo pedía el aviso en el diario. El rostro de cada uno no era exactamente de entusiasmo. Tampoco de tristeza. Era de nada, tal vez rindiéndole tributo al nihilismo que nos supo regalar la década de los '90. No lo se realmente.
Pero estábamos ahí.
Luego de examinar los 20 mts cuadrados de ese cuarto blanco con su correspondiete pizarrón blanco al frente, pude escuchar cómo un supervisor le reprochaba a un empleado el por qué de la caída de una venta. Suponendo que eran expertos en marketing, no entedí por qué nos querían vender un empleco con esos gritos de fondo, pero en fin.
Minutos después entro a la sala Martín (este no es su nombre real, pero por una cuestión ética prefiero no revelar el verdadero), y explicó (con una voz notablemente parecida a la que acababa de retar al empleado) que él era el que iba a guiarnos durante los tres días de capacitación.
Después de darnos algunos datos generales sobre el empleo, como los míseros 15 minutos de break sobre las 6 horas de la jornada, nos dio el "anhelado" cuadro de comisiones.
Ahí fue, en ese preciso momento, cual es la magnitud de la tasa de explotación que tienen los operadores de telemarketing. Y a su vez, la tasa de plusvalía que sacan las verdaderas cabezas que están a cargo de este tipo de compañías. Era mucho más grande de lo que pensaba (ingenuo de mí). Para que medianamente se figuren, la comisión mínima, que es de $75, se adquiere recién luego de vender una suma de $5000. Más tarde me enteraría que encima nosotros tendríamos un tope de venta, podríamos vender productos menores a $1000 solamente, haciendo casi inaccesible una comisión como la gente.
Sí, mientras la compañia se embolsa $5000, nosotros, los que entregamos nuestra voz seis horas al día para llegar a eso, nos llevamos el 1,5%. La tasa de plusvalía que se llevan es enorme. Perdón que haga incapié en esto pero realmente es muy importante. Tal vez se grafica más claramente en el mejor de los casos: Cuando son más de $12000 en productos lo que se vende, los empleados nos llevamos el 5% de comisión. A ver, no quiero que me malinterpreten. No soy un avaro que pretende hacerse millonario trabajando de telemarketer, pero quiero que vean que hay gente que sí se hace millonaria encerrándonos en un cuarto a hablar por teléfono 36 horas por semana.
Pero sigamos.
Luego de esto, Martín comenzó a vendernos el producto. No es difícil imaginarse lo que quiero decir. Para vender bien un producto hay que creer en él.
Y lo logró.
Martín, explicándonos una lógica de marketing no más difícil que la de "Con la yerba llevate el mate y la bombilla" logró que nos convenzamos de poder lograr que la gente nos compre lo que sea.
Yo sentía que era siniestro, los demás lo seguían como una danza majestuosa. Eso era lo que más me llamaba la atención, los mismos compañeros se sentían cómplices de ésta lógica de consumo. No se si eran concientes de que si más gente compra, ésto se mantiene, y si se mantiene, el hecho de que el joven haga esto para tener ingresos, se perpetúe. Aún así, lo veían como un desafío, y los potenciaba. Lo veían como un rito de autosuperación realizable, y los confortaba. Veían una suerte de estabilidad.
La posibilidad de varias ventas diarias estaba en esa suerte de fórmula mágica que nos ofrecía Martín, y en ella la llave de estabilidad laboral, y un sueldo cada principio de mes.
La 1° jornada me dejó extrañas sensaciones. Por un lado pude entender parcialmente la maquinaria que logra que en el primer momento nos quedemos pegados al juego. Y es bastante práctica (y hasta esperable): Nos venden el producto a nosotros antes que a nadie. O más bien, la fórmula. Se nos plantea como un desafío, una oportunidad de demostrarnos que no es más que una rutina fácil de seguir. Lamentablemente esto no logra más que seguir manteniendo en pie el culto al individualismo, que en algunos ámbitos se rehusa a morir.

martes, 10 de febrero de 2009

Fase uno: Encontrando lo buscado

Domingo 8 de Febrero de 2009. El anuncio del diario rezaba en su sección Clasificados:
TELEMARKETER Jóvenes p/venta
telefónica 18-26a (excluy) c/s exp
Excel amb laboral Turnos de 6hs
Básico $809 + comis Pres: Lunes
c/CV 10-13 hs xxxx xxx xxx
Resulta no menos que atractivo un anuncio de este tipo. Es algo tan simple como 'dinero rápido', casi instantáneo. En éste, nuestro mundo plagado de lo instantáneo y globalizado, lo que queremos los jóvenes (acaso actores centrales de esta historia) es un sustento viable y rápido. Esta parecía la oportunidad perfecta.
Y aquí, en esta suerte de madrugada en lo que al texto respecta, es cuando planteo el primer interrogante: ¿Por qué una oferta de este estilo puede resultarnos interesante? Hay varios factores intervinientes. En el momento que vi el aviso, justamente me encontraba buscándo algo de este tipo. Uno encuentra lo que busca, podría decirse. Y yo, en pocas palabras, estaba sin empleo, necesitaba un ingreso más en mi casa, y además venía teniendo un sueldo durante medio año, simplemente estaba acostumbrado a tenerlo. Fue entonces que remarqué el anuncio en el diario.
Durante todo el último año mantuve mi cabeza ocupada en estudiar las relaciones sociales que marcaron la historia de la humanidad. Siempre hubo gente arriba y abajo. Históricamente. Incluso hoy; sociedades, países, continentes enteros se traducen en opresores y oprimidos (acaso dirían países centrales y países periféricos, en circulos neo-marxistas y no tanto). Era en esos momentos en los que preguntaba qué era lo que llevaba a una cabeza a no querer levantarse y rehusarse a ser explotado. Era algo que me preocupaba, era un asunto que me carcomía el cerebro... Hasta que medianamente fui dilucidando el interrogante.
Al tomar contacto con la realidad, se tiene la oportunidad de acercarse a grupos análogos a uno, y así poder comparar.
Con altibajos, siempre pertenecí a la clase media. Tuve la suerte de que aún así mis raíces maternas oriundas del humilde pueblo de Barranqueras, Chaco; pudieran hacerme ver que no todos corremos la misma suerte. Es así que de a poco pude informarme más para poder, desde algún lugar, luchar.
Y vi. Vi que son miles los adolescentes que no tienen tiempo. Es cuando ese hueco en el que el tiempo ausenta, lo ocupan las necesidades. Un joven de la clase media argentina, hijo de una generación que pude acercarle la oportunidad de estudiar, intenta de alguna forma organizar su vida para asistir a la facultad, trabajar por un salario y, el resto que queda, minimamente comer y dormir. Ahora bien, es aquí donde se plantea el problema. ¿Qué tipo de trabajo puede encajar en ese horario, y que al mismo tiempo deje un mínimo sustento que pueda adecuarse a las necesidades de un joven?
Tenía que ver por cuenta propia si era real la posibilidad que éste tipo de trabajo ofrecía. Me puse una camisa rigurosamente blanca, pantalón de vestir negro, borceguíes oficiando de zapatos, y me dirigí a las entrevistas que citaba el diario.
Luego de una mañana de explicar la razones de por qué era la persona adecuada pasa el puesto que estaban buscando, no restó más que esperar unas horas para que el empleado de RRHH me pidiera que fuera al día siguiente ya que había quedado seleccionado para una empresa de venta de productos.
Una crisis de tamaño bíblico se había formado en mi ser. Luego de un año entero de criticar este tipo de empleo, me encontraba a horas de ir a una capacitación de uno. "Pero a no temer", pensé en un momento. Esto me presentó dos oportunidades: La primera era poder ir entendiendo qué es lo que nos lleva a tomar estos difamados trabajos. Pude distinguir varias razones, como por ejemplo el exitismo con el que fuimos criados. El inconsciente colectivo, inexplicablemente mira con mejores ojos al joven que dice, aún con ojos cansados y mirada perdida, "Soy telemarketer", que al chico que vende diarios en la esquina. Triste pero real.
Es más que común también que los padres se sienten seguros y hasta orgullosos cuando saben que su hijo trabaja en una multinacional de telecomunicaciones. ¿Cómo no estarlo? Si ellos son el motor y pilar fundamental del mundo globalizado. Esto se llama presión colectiva, y está empujada pricnipalmente por nuestras familias. ¿Qué pasa? Ellos no saben (o no quieren saber) que esas renombradas y generosas empresas no son más que conglomeradas de pequeñas empresas subcontratadas que pueden estar alquilando un departamente en Almagro, conectando un par de líneas y poniendo a trabajar ahí a un par de pibes. Y ahí tenemos la gran compañía de Teleperformance (de renombre internacional).
Pero no nos desviemos. La segunda oportunidad que se me presentaba era, justamente, la de contarles a ustedes cómo es ésto desde adentro, y que ustedes puedan compartir su propia experiencia, ya que hay varias clases de empleos relativos a la Teleperformance. Poder criticarlo con fundamento, hacer un análisis medianamente profundo de cómo y por qué funciona y sigue funcionando, y si seguirá haciéndolo por mucho tiempo.
Todavía no se si efectivamente voy a tomar el trabajo. Son tres días de capacitación. Luego de eso hay un pequeño examen y recién en ese momento dicen si podés seguir o no. En el caso que quede... Veré. Por lo pronto les comento cómo funciona todo en la etapa inicial, y qué es lo que hacen tan bien como para, a pesar de no respetar las conquistas logradas por los trabajadores hace tantos años, sigan en vigencia (y en crecimiento) desde hace casi una década.
Hoy tuve el primer día de capacitación, pero por falta de espacio quedará para la próxima. Hasta entonces.
I